COSAS QUE PASAN

23/4/14

Tras el excedente simbólico

La situación actual, más allá de crisis o no crisis, se puede resumir en que la estructura social y económica pivota sobre la apropiación del excedente simbólico.

Puede resultar paradójico esto en unos momentos en que parece que el flujo de necesidades de todo tipo va en aumento. Siendo cierto que estamos un una situación en la que se está generando un grave deterioro social que el sistema no sabe, no puede o no quiere cortocircuitar, que la política y lo político están en creciente descrédito, que la arteria financiera no riega el flujo crediticio, etc.; sin embargo, todo ello, desde mi punto de vista, es consecuencia de una transformación de los espacios simbólicos de dominación y legitimación recientes y de una apropiación de estos espacios por parte de una minoría que de momento doblega a la inmensa mayoría de la población; a la vez que irrumpen espacios simbólicos distintos, alternativos, que son potenciales desactivadores de aquellos, pero que aún carecen de fuerza legítima y de masa crítica para tener relevancia.

Me explicaré cogiendo un aspecto nuclear: el dinero. Éste es la herramienta fundamental sobre la que se sustenta nuestro mundo, ha dejado de ser simplemente un medio para la obtención de bienes, y ha pasado a ser un elemento que tiene su peso fundamentalmente en el aspecto simbólico que ejerce y representa. En estos momentos, comprar y vender dinero, que no es otra cosa que lo que hacen los mercados financieros y especulativos, es la consecuencia del momento emocional que los agentes encargados de ello poseen. Esto es algo que saben muy bien los brokers. Es más, saben que el éxito de su trabajo reside en conocer su funcionamiento emocional y manejarlo adecuadamente, así como detectar el patrón emocional que está produciéndose en un determinado momento por parte de los agentes que están operando en los mercados. Sobre estas premisas se conduce el capital financiero y especulativo, y sobre ellas se mueven los flujos de capitales; es decir, estos son los escenarios que condicionan el resto de ámbitos que afectan a nuestro mundo social, político, económico y personal.

Si el dinero fuese realmente sólo un valor material todos los bancos del mundo estarían en quiebra técnica. Pero ese no es el juego sobre el que opera el sistema.

Por otro lado, el poder se ejerce más que nunca, generando espacios simbólicos de dominio, apropiándoselos, imponiéndolos, y todo ello desde una posición de completo anonimato. Estamos en una situación, donde los discursos que se ponen en circulación como forma de control y dominio, carecen de sujeto, éste es invisible, de manera que hay unos discursos hegemónicos sin sujeto de la enunciación.

Estamos en un momento de intensa opacidad. Sentimos y padecemos la inmensa mayoría las consecuencias de lo que sucede, incluso podemos conocer sus causas, pero desconocemos profundamente los sujetos que generan, fomentan  y mantienen dicha situación.

Ahora bien, la eficacia simbólica reside en que sea aceptada, interiorizada y asumida su carga simbólica por la mayoría de los individuos. Ahí reside su enorme potencia y a la vez su debilidad. Es potente porque algo que es arbitrario y contingente se transmite y se interioriza como inevitable y consistente, con carga emocional asociada al símbolo/signo/icono. Pero su debilidad radica precisamente en que necesita de alguien que esté dispuesto a otorgar credibilidad y lo interiorice con carga de fuerza real. Si esto no sucede todo el entramado se desvanece.

Se empieza a detectar el crecimiento de una parte de los ciudadanos,no sólo de aquí, es un fenómeno global, que se desvinculan de todo el entramado de poder sobre el que reside la arquitectura de nuestro mundo de vida actual. Aún no han surgido acciones eficaces para contrarrestar dicho poder. Es necesario, para ello, que se creen nuevos escenarios simbólicos que desactiven a aquellos, que consigan procesos de identificación, significación, sentido y acción con base real en la ciudadanía, y que se "entienda" que todo poder necesita necesariamente de una clientela dispuesta a la pleitesía para su ejercicio y dominación.

El futuro dirá.

17/4/14

Vivimos una sociedad "superyoica"

Asistimos a momentos de confusión y perplejidad. Los parámetros conocidos de interpretación, análisis y acción ya no son operativos. Se dice que estamos en la sociedad del cambio; pero, ¿acaso no ha habido siempre cambios y no ha sido seña de identidad del fluir de los acontecimientos y de la vida?. Es cierto que ahora los cambios son más frecuentes, se dan con mayor rapidez y afectan a aspectos más relevantes para nuestras vidas.

Para intentar controlar todo esto se recurre a la norma y la coerción. Se convierte el escenario social en panoplia de leyes, consejos, argumentarios, a los que obedecer y plegarse para ser "buen ciudadano". Es decir, se infantiliza a los individuos, dándoles "el libro gordo de petete" para cada situación, momento y acción que hayan de acometer, de modo que éstos no tienen más que comportarse, sentir y pensar como dice la norma; en definitiva, ser correctos. Ya se encargará la machaconería normativa de que los sujetos interioricen la norma y la coloquen en su propio aparato intrapsíquico, y si es en el inconsciente, mejor.

Las instituciones, por cierto institución proviene de instinto, andan en la búsqueda de recuperar credibilidad. Las organizaciones en el proceso de reajuste para adaptarse a los nuevos escenarios. Los individuos, mientras, están en proceso de asimilación, elaboración y rediseño de toda la marea que les llega de lo que acontece en el plano social, económico, político, laboral y, ¿por qué no?, también cultural.

La tentación fácil, y hasta la fecha una de las más usadas, es tirar de lo normativo, así nos ahorramos pensar. Además es cómodo, ahorra muchos pasos.

Lo que más me llama la atención de todo esto es que este proceso de "naturalización" de la inflación normativa en nuestras vidas parece que tiende al infinito. Es más, se percibe como la panacea de nuestros males, al menos así lo manifiestan algunos sectores sociales y personas con las que he hablado.

Ante lo cual, me pregunto si estaremos construyendo una sociedad "superyoica", con todo lo que eso implica para nuestro nivel de consciencia y de despliegue de nuestra libertad.

5/4/14

De lo que dices a lo que eres

Es frecuente que en nuestra comunicación con los otros pasemos de ver y escuchar lo que dicen y lo que hacen a lo que son. Ese salto "nos mata". Es, para mí, uno de los problemas fundamentales que nos dificultan nuestro buen entendimiento con los demás.

Toda comunicación es un "poner en común" mensajes, sean ideas, sentimientos, opiniones, etc., entre dos o más interlocutores. Al comunicarnos transmitimos "cosas" mediante unos códigos concretos y a través de unos canales determinados. Hasta ahí lo ya archiconocido. Pero, también se pone en liza un conjunto de significados y se otorga/construye un sentido sobre aquello que emitimos y/o recepcionamos. Este sentido se hace siempre desde marcos interpretativos que manejamos para procesar y metabolizar la información, tanto cuando somos emisores, como cuando somos receptores. Es decir, nuestra interpretación opera como filtro, a veces como sesgo, de lo que se dice y se muestra.

Además, nuestro interpretar no es sólo desde la razón, ni siquiera desde nuestros pensamientos; también lo es desde nuestras emociones. De manera que lo que hacemos al comunicarnos es poner en juego el plano de los pensamientos y las emociones, así como nuestra expresividad corporal. Son estos tres niveles los que se ponen en marcha, lo sepamos o no, ante nuestros interlocutores. Y es desde ellos desde donde damos y generamos sentido sobre lo dicho o hecho.

Volviendo a lo que señalaba más arriba, solemos ser tendentes a dar un salto mortal en el aire, con doble tirabuzón, de manera que pasamos, sin solución de continuidad, de lo que nos dicen o nos muestran a lo que son. De forma tal que pasamos a la generalización por algo concreto y limitado, así como a la evaluación de la persona por un intercambio puntual en un contexto determinado. 

Sé que lo que aquí traigo a colación es de sobra conocido, y lo solemos considerar algo cuasi anecdótico, no dándole apenas valor ni importancia. Pero me parece que no es algo irrelevante. Creo que está en el origen de muchos conflictos, no solo personales, al menos yo podría dar buena muestra de un puñado considerable de ellos.