COSAS QUE PASAN

28/4/13

A vueltas con las palabras




Las palabras son esos instrumentos que nos permiten entendernos con los otros y, a veces también, con nosotros mismos; y son a su vez elementos que dificultan el acercamiento y la comprensión con los demás y con el mundo.
Sucede a menudo que nos enredamos en y con las palabras y quedamos atrapados en ellas, en una especie de laberinto sin salida. Ocurre, así mismo, que nos sirven como excusa o justificación para permanecer en ellas, con el consiguiente alejamiento/extrañamiento de la realidad.
Pero las palabras también y fundamentalmente tienen esa función excelsa y maravillosa de convertirse en el instrumento supremo que nos permite, a su través, conocer/nos y entender/nos, y, en definitiva, conectarnos con el mundo real. Esta operación se realiza de forma un tanto paradójica, ya que las palabras no son más que unos símbolos que nos aproximan a la realidad. Esta transmutación de lo simbólico a lo real se produce de forma natural, sin darnos cuenta que esto sucede. Lo cual hace caer en la cuenta de que el mundo de lo simbólico, si no se convierte en principio y fin de sí mismo, si se referencia al mundo de lo real, es decir, si se tiene presente lo referenciado como lo preeminente y como el objetivo básico, da como resultado una alquimia prodigiosa y profundamente fértil: es mediante unos símbolos/palabras como podemos establecer los lazos de conexión con la realidad, conocerla y modificarla y, por ende, conocernos y transformarnos, haciéndonos solidarios con ella, ya que tras su “comprensión” no es posible concluir otra cosa que es la base y la matriz en la que nos sustentamos y que nos sustenta, lo sepamos o no. 

15/4/13

Razones del alma



¿Pensamos en función de cómo sentimos?. ¿Sentimos en función de cómo pensamos?. Este viejo dilema de la psicología, que tantos modelos y enfoques psicoterapéuticos ha generado, es precisamente eso, un viejo dilema. Es viejo no tanto porque haya sido resuelto y aceptado de manera unánime, lo es porque con independencia de principios de causalidad, lo que sabemos es que son las dos caras de una misma moneda, donde existe una interrelación estructural indisoluble.
En cierta ocasión, hablando con una persona, le comenté que si tenía que decir lo poco que sabía acerca del hombre y su condición es que somos un mix de herencia genética y cultura, metido en el flujo del tiempo.
Descendamos ahora a lo concreto. Detengámonos en la república de las palabras, en el decir, hablar y escribir.
Las palabras designan cosas, representan cosas, denotan y connotan sentidos y significados; pero también crean realidad. No solo realidad real, externa al sujeto, también realidad interna, imaginarios, universos simbólico-afectivos. En definitiva, las palabras dan y otorgan sentido, y lo hacen desde ahí, desde la palabra, que es el signo más potente de generación de metáforas. Y es desde la metáfora desde donde accedemos al conocer. La palabra, el discurso, el relato, en definitiva, la creación de metáforas es la que nos hace humanos, nos humaniza, la que metaboliza lo real y lo transmuta en nuestra realidad.

9/4/13

Sin respuesta


Hay días en que uno se levanta con sensaciones nuevas, no sé si por efecto de la saturación de andar siempre en lo mismo o porque las neuronas se han conectado de otro modo. El caso es que hoy me he levantado con una cierta dosis de perplejidad ante el mundo en el que vivo.
Me explicaré. Viendo las cosas que acontecen y tal y como acontecen, me he preguntado: ¿como es que nos lo montamos tal mal, realmente merece la pena hacer las cosas que hacemos y del modo como las hacemos, qué beneficios sacamos (o sacan) actuando así...?.
Tal vez por deformación profesional, ante estas preguntas sin respuesta, o con una respuesta demasiado obvia, mis neuronas me han llevado inmediatamente a preguntarme los porqués de esto, así como los paraqués. Y, puf, me he encontrado que ni con tres vidas tendría suficiente para encontrar respuestas plausibles y certeras.
El caso es que no sé ni dónde están las causas de todo este desaguisado ni cuales son los beneficios.
Claro que se me podrá decir que mi perplejidad es tan antigua como la propia humanidad, y que por eso llevan miles de años mis antepasados dedicándose a intentar dar explicaciones de por qué nos comportamos como lo hacemos. Y no pretendo aquí enmendar la plana a nadie, ni soy tan narciso ni tengo un bagaje de conocimientos suficiente para pretenderlo. Pero, no puedo dejar de interrogarme ante algo que hoy me ha resultado más asombroso de lo habitual.
Por ejemplo, por qué hemos constituido la competitividad como el valor fundamental casi en todo, en detrimento de la cooperación, que me parece mucho menos conflictiva, más solidaria, incluso más cómoda para el bien llevarnos entre los humanos.
Por ejemplo, por qué es necesario para salir de esta crisis someter a una gran parte de los ciudadanos, y solo a una parte, a una situación de penuria económica y social, para que se consiga el beneficio de todos.
Por ejemplo, por qué para que algo sea más valorado ha de ser necesariamente un bien escaso.
Por ejemplo, por qué para acceder a determinados niveles de bienestar es necesario asociarlo a valores como la lucha y el esfuerzo.
Por ejemplo, por qué necesitamos considerar a los otros como potenciales adversarios para conseguir nosotros determinados objetivos.
Por ejemplo, por qué hay unos pocos que dicen lo que hay que hacer y el resto ha de obedecer, por qué tiene que haber mandadores y mandados.
Por ejemplo, por qué tener éxito se entiende socialmente como llegar a algún sitio que está destinado para unos pocos.
Por ejemplo, por qué para defender mi identidad es necesario que los otros sean los distintos.
Por ejemplo, por qué hay que expoliar al planeta tierra para conseguir mayores niveles de progreso.
Por ejemplo, por qué nos complicamos tanto la vida (o nos la complican).
En fin, estas y otras preguntas han aparecido hoy en mi cabeza. La novedad, la sensación de extrañeza, ha venido fundamentalmente por la percepción de que, más allá de cada uno de los porqués, hay algo global que debemos estar haciendo fatal.
Sé que pueden resultar interrogantes “naif”, y también sé que los expertos me darían respuesta a cada uno de ellos.
No solo se trata de ir resolviendo uno a uno los temas, me parece que se trata, sobre todo, de un cambio de posicionamiento global.
Alguien puede decir, pero qué es eso de un cambio de posicionamiento global y cómo se consigue. Y ese es precisamente para mi el principal problema. Me refiero no a ver qué es y como hacerlo, me estoy refiriendo al hecho de que alguien se haga la pregunta.

3/4/13

CUANDO SE ADENTRA EL OTOÑO




El mundo que conozco, en el que he nacido, crecido y ya empiezo a mirar desde “el otro lado del tapiz”, está construido básicamente por pares semánticos (bueno/malo, bello/feo, verdadero/falso, justo/injusto, etc), los cuales otorgan una forma de percibir, entender e interpretar la realidad dentro de una estructura determinada, que sin duda tiene la ambivalencia de que es fecunda, por cuanto permite tener una forma de aproximarse a ella y de dotarla de un sentido, y a la vez es limitada, por mor de sus características concretas, sin olvidar que toda forma de conocimiento es en sí misma limitada. Pero lo relevante para mí no es solo esto, lo es más el hecho de que todo esto deviene en una forma de hacer y
actuar.

Cuando los orientales hablan de que el camino del conocimiento y la sabiduría pasa por la destrucción del yo (del ego) y lo traducimos en nuestros esquemas occidentales, confundimos esta destrucción del yo con destruirme yo, o al menos nos resulta complicado vislumbrar que una y otra cosa no tienen nada que ver.

Hago alusión a este ejemplo que ahora viene a mi memoria, por la dificultad y los límites que nos impone tener una manera, o por mejor decir, una estructura, de ver y mirar el mundo, lo cual es inherente a cualquier cultura y a la propia condición humana, tanto de una perspectiva filogenética como ontogenética.

Ahora bien, tener conciencia del límite (cultural, lingüístico, social y personal), no implica que no sea posible conocer; lo que sí implica es que todo conocimiento está basado en una traducción, en una metaforización de eso que llamamos lo real. Pero precisamente esa conciencia de límite nos permite ver, al menos intuir, que lo que está más allá, aquello a lo que no tenemos acceso, es eso que muchos autores han denominado el misterio.

A estas alturas de mi vida, cuando ya no miro hacia delante, o al menos mi mirada adelante está constreñida por un tiempo corto, cuando miro lo que he vivido, conocido y experimentado, es cuando puedo entender, al menos de manera vaga e intuitiva, algunos aspectos fundamentales de lo que es esto del vivir y del sentido que para mí tiene la vida. Sin embargo, esta mirada no está exenta de capacidad de sorpresa. En absoluto. Aún mantengo esa mirada que espera que la vida me sorprenda. Es esa parte de niño que todos llevamos dentro, incluso en el otoño de nuestro ciclo vital, la que me hace sentirme vivo y con ganas de seguir sintiéndome explorador. Tal vez, de una manera más calmada, menos explosiva, con paso más lento, pero no menos intensa.



Por otro lado, los años hacen que entienda mejor que la vida es simultáneamente constante cambio y  permanencia. Este par semántico no se muestra como cuestiones antitéticas, sino como realidades que se dan a la vez como ejes que sustancian y vertebran el vivir. La vida es un proceso caracterizado por su constante dinamismo, si no hay movimiento no hay vida, pero es un movimiento atravesado por una permanencia, la cual guarda una relación muy directa con eso que llamamos identidad, o si se me permite la extrapolación tal vez algo pretenciosa, lo que en la filosofía llaman el ser.